martes, 16 de noviembre de 2010

Las Olas de Manuel Vicent


Este fin de semana he podido escuchar a Manuel Vicent en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ha sido todo un goce para los sentidos, su sentido del humor, su forma de hablar de nuestro Mediterráneo, su "savoir faire" a la hora de contar las más increíbles historias de películas americanas rodadas en nuestras amadas playas. Fué de las charlas que más disfruté del Festival Ñ y aproveché la ocasión para agradecerle un texto que estuvo pegado con dos imanes a mi nevera durante años. Gracias también desde aquí, maestro.

Comparto hoy el texto aunque se salga de la temática del blog. Creo que merece la pena.

LAS OLAS

El mar sólo es un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone de días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas.

Recuerdo haberlo leído, tal vez, en alguna novela de Conrad. En medio de un gran temporal, el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concentrada que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero. Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo.

Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto sino del oleaje que invadía la arena y contra él se establecía el desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era recibida con gritos sumamente excitados. Los niños nos preparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veían en ella una lucha concreta sino un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados. Con cuanto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado por el sol pero no vencido.

La práctica de aquellos baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo sólo es un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse.

3 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

Un texto muy hermoso que, puesto que habla de la vida en una gran metáfora, no se sale completamente de la temática de esta Esencia de la Bergamota. ¿No es la vida misma lo que mueve a la humanidad a buscar el placer de los sabores, del arte, de la música, de la literatura...?

yoSoy dijo...

Un sabio Vicent.

Según Matthieu Ricard: "vivir las experiencias que nos ofrece la vida es obligatorio, sufrirlas o gozarlas es opcional".

Delikat Essences dijo...

Me ha encantado el texto y la filosofía que encierra. Hermoso. Gracias por compartirlo